LA MÚSICA Y LA REVOLUCIÓN RUSA (I)
Los compositores rusos hasta la Revolución de octubre.
En el año recién concluido, hemos conmemorado el centenario de uno de los acontecimientos de mayor impacto de todo el siglo pasado: la Revolución rusa, acontecimiento que cambió de arriba abajo la nación europea de mayor tamaño, y que desde el punto de vista político y social, marcó el destino del mundo durante la práctica totalidad del S.XX. De manera inmediata, supuso el derrocamiento del régimen zarista y la posterior caída del gobierno menchevique que le sustituyó. Sus efectos fueron inmediatos en la mayor parte de la vida de los rusos. Las artes y en concreto la música no fueron una excepción. Aunque la evolución de la música occidental durante el S.XX, no se basó en parámetros que surgieran de ella, es incuestionable que el periodo posterior al triunfo de la Revolución fue fascinante.
En los dos últimos siglos, Rusia es junto a Alemania e Italia uno de los tres países sin los cuales no se puede entender la música occidental.
Es indudable que países como Francia, España, Checoslovaquia o el Reino Unido entre otros, tienen y han tenido compositores que todos escuchamos, valoramos y queremos. Sin embargo, Italia y Alemania, patrias de Monteverdi y Beethoven, de Vivaldi y Schumann o de Verdi y Bach han sido las que han marcado la evolución de la música desde el comienzo del S. XVII. En Rusia por el contrario, Barroco, Clasicismo y Romanticismo pasaron sin que surgieran compositores de primer nivel. Hubo extranjeros que pasaron temporadas allí, y sembraron la semilla. Ésta floreció a mediados del S.XIX y entre Tchaikovsky y el Grupo de los Cinco, no solo pusieron al país en el mapa musical sino que lo situaron en un lugar de privilegio.
La música rusa antes de la Revolución de 1917
Si nos situamos solo doce años antes de la misma, en la época de la revolución de 1905, la situación de la música y de los músicos que habían protagonizado la segunda parte del S.XIX era la siguiente: Piotr Ilich Tchaikovsky y sus amigos Anton y Nikolái Rubinstein llevaban varios años muertos. Del famoso Grupo de los Cinco, Alexander Borodin y Modest Mussorgsky también criaban malvas; mientras Nikolái Rimsky-Kórsakov, el más joven de ellos, y Mily Balákirev morían poco después, en 1908 y 1910 respectivamente. Solo el pope César Cui llegó a vivir varios meses de la Revolución – falleció en marzo de 1918 – pero llevaba varios años retirado tanto de su faceta musical – crítico periodístico y compositor – como de su profesión de ingeniero.
El “Grupo de los Cinco”, líderes de la música nacionalista rusa.
La siguiente generación no correría mejor suerte. Aunque todos vieron la Revolución de 1905, Vasili Safónov, Anatoli Liádov y Serguéi Tanéyev murieron antes de 1917. Del resto, Arthur Friedheim que había vivido periodos de su vida en Londres, Manchester o Múnich, vivía entre Nueva York y Toronto desde 1915; Aleksander Ziloti fue de los primeros que huyeron a finales de 1917 instalándose en Nueva York; y solo Mijaíl Matiushin participó en todas las vanguardias surgidas en el país desde finales del S.XIX hasta su muerte en 1934, aunque más dedicado a las artes plásticas – futurismo incluido – que a la propia música.
Los músicos que vivieron la Revolución
Por tanto, podemos considerar la siguiente generación – los nacidos a partir de 1872 – como la primera que vivió en persona la Revolución y se vio afectado de una u otra manera por ella. Scriabin, Rachmáninov, Medtner, Stravinsky y Prokofiev fueron compositores con estilos completamente diferentes, pero todos ellos están escritos con letras de oro en la Historia de la Música. Se da la paradoja de que Alexander Scriabin, el más innovador y vanguardista de todos ellos, músico que ejerció una influencia tremenda en las décadas posteriores, murió en 1915. Con su equilibrio entre el último romanticismo y su búsqueda de nuevas sonoridades – experimentó con el atonalismo antes incluso que Arnold Schonberg –, “el padre de la música del futuro” como muchos de sus seguidores le llamaban, hubiera jugado sin duda un papel determinante a partir de 1917.
Alexander Scriabin.
Por su parte, Sergei Rachmáninov, que en 1905 era considerado el mejor pianista de su tiempo y era un compositor plenamente establecido tras el éxito apabullante de su Segundo Concierto para piano y orquesta, y su coetáneo Nikolai Medtner, eran músicos mucho más conservadores. Vieron la Revolución como algo que no era de ellos. En 1917, Rachmáninov era uno de los músicos más populares del país. En su faceta pianística era único y en 1909 había hecho su primera gira triunfal por los EE.UU. Como compositor, iba de éxito en éxito – Segunda Sinfonía, Tercer Concierto para piano, el oratorio “Las campanas” – y fue nombrado Director del Conservatorio de Moscú. Para él, el triunfo de la Revolución fue algo similar a lo que supuso la caída del Imperio Austro-Húngaro para Stefan Zweig. Su mundo se hundió y fue de los primeros en salir del país. Primero Paris, y posteriormente Nueva York le acogieron, convirtiéndose en uno de los músicos más queridos por el público yanqui. Sin embargo nunca dejó de ser y sentirse ruso, y su faceta compositiva se resintió de tal manera que en los veinticinco años que vivió exiliado, solo compuso seis obras.
Nikolai Medtner en 1943
Sergei Rachmáninov, por Konstantín Sómov.
Nikolai Medtner por su parte no fue de los primeros en salir del país tras el triunfo de la Revolución. Era un gran pianista, aunque no era considerado un virtuoso, por lo que no tenía tantas puertas abiertas en el exterior. Finalmente, en 1921 se trasladó a Berlín y tres años después a Paris. Las dificultades financieras por las que pasaba le “obligaron” a aceptar una gira organizada por su amigo Rachmáninov por los EE.UU. y Canadá. La gira se repitió en 1929. Allí aceptaban mejor su música que en la Europa del periodo entre guerras, donde se vivía por y para la modernidad. También hubo giras por el Reino Unido, donde su música también tuvo predicamento. Ello le llevó a instalarse en Londres en 1935, donde compaginó sus facetas de profesor y de compositor. Allí murió en 1951. Solo volvió a Rusia en 1927 para una gira de conciertos.
Cuando hablamos de Igor Stravinsky, hablamos de un músico ruso con todas las letras, aunque durante una parte de su vida no lo reconoció así. Siempre fomentó su imagen de persona cosmopolita. Fue uno de los compositores y artistas más influyentes de la música del siglo XX en todo el mundo, sobre el que se han escrito y se escribirán páginas y páginas. Salió de Rusia por primera vez en 1910 con rumbo a Paris, donde estrenó su ballet “El pájaro de fuego” de la mano del empresario Sergei Diáguilev, y regresó en contadas ocasiones. Cuando se inició la Revolución, estaba en Suiza donde se había refugiado al principio de la 1ª Guerra Mundial, y su relación con ella fue mínima. Su mundo estaba con Diáguilev, con Picasso, con Cocteau, con Auden, o con Gide. Estaba en París y en Nueva York. Abominó de los bolcheviques y de la Revolución, pero en septiembre de 1962, cuando él cumplía 80 años y hacía 50 de su salida definitiva, aceptó la invitación del régimen soviético para visitar su país. Ahí se vio el cúmulo de emociones que sentía, y la herida abierta que aún tenía. Todo lo que había renegado de Rusia, se volvió contra él.
En sus memorias, el director Robert Craft, que le acompañó en el viaje, nos cuenta que nunca antes se había dado cuenta de lo importante que Rusia era para Stravinsky y que profundo era ese sentimiento. “Hace solamente dos días, en París, habría negado que alguna vez se podría sentir en casa de nuevo. Ahora veo que medio siglo de expatriación pueden ser olvidados en una noche.”
El último músico que vamos a ver en este primer episodio es Sergei Prokofiev. En su caso nos encontramos ante el único compositor que vivió en ambos mundos: en la Rusia soviética y en Occidente. Poco después del triunfo de la Revolución, se fue de Rusia y volvió para quedarse definitivamente en 1936.
Sergei Prokofiev junto a su primera esposa Lina y sus hijos Sviatoslav y Oleg en 1936 al regresar a la Unión Soviética.
Parece que su idea inicial era compaginar su regreso a la madre patria con su carrera internacional, pero le retiraron el pasaporte en 1938 y ya no pudo abandonar el país. Toda la última fase de su carrera por tanto se realizó en la Unión Soviética. Una fase en que alternó grandes éxitos, principalmente en los años de la II Guerra Mundial – la Gran Guerra Patria como la denominan los rusos – con tiempos muy difíciles como en 1948 cuando se le acusó de formalista y enemigo del pueblo. A ello hay que sumarle la acusación de espionaje que días después también alcanzó a su primera mujer, la española Carolina Codina que fue condenada a veinte años de trabajos forzosos.
En el capítulo 2, analizaremos los años posteriores a 1917, uno de los momentos de mayor intensidad creativa que se haya vivido en cualquier momento de la Historia: Las Vanguardias rusas. Toda una oleada de arte moderno que emergió tras la Revolución, y que tuvo en la música uno de los pilares fundamentales.
En capítulos posteriores nos centraremos en qué fue lo que perduró de la Revolución pasados los años iniciales, de manera especial los compositores y los intérpretes.